El tomate es uno de los ingredientes
más utilizados en nuestra cocina y un alimento básico dentro de la Dieta
Mediterránea. Además, gracias a su gran variedad de especies (rama, ensalada,
cherry, pera, verde...) se puede encontrar durante todo el año como alimento de
temporada.
Nutricionalmente, el tomate es un alimento poco energético
(aporta apenas 20 calorías por cada 100 gramos) compuesto en su mayoría por
agua (94%) e hidratos de carbono. Precisamente, su ligero sabor dulce se debe a
que su aporte de azúcares simples es superior al de otras verduras. De ahí, que
muchos lo consideren una fruta-hortaliza.
El tomate es una fuente interesante de fibra, minerales
-fundamentalmente potasio y fósforo- y de vitaminas, entre las que destacan la
C, E, provitamina A y vitaminas del grupo B, en especial B1 y B3.
Además, presenta un alto contenido en carotenos,
mayoritariamente licopeno. De hecho, es el alimento de la dieta que concentra
mayor cantidad de licopeno, pigmento natural al que le debe su característico color
rojo. Pero el licopeno no sólo le da color, si no que su presencia junto al
alto contenido en vitaminas C y E, convierten al tomate en una importante
fuente de antioxidantes. Los antioxidantes son sustancias con función
protectora de nuestro organismo.
Así, una vez en el cuerpo humano, el licopeno se deposita
en el hígado, pulmones, próstata, colon y tejidos ejerciendo importantes
efectos fisiológicos. Entre otros, es responsable en gran parte de una menor
incidencia de algunos tipos de cáncer, principalmente de próstata; del retraso
del envejecimiento de la piel; ayuda a prevenir la degeneración macular; y
promueve la reducción de los niveles de colesterol "malo" (LDL).
Incluso se ha determinado que puede inducir la comunicación intercelular y la
modulación de hormonas.
Si bien, existen factores que afectan a la asimilación del
licopeno presente en el tomate por parte de nuestro organismo, como son su
madurez, las distintas variedades o la forma de cocinarlo. Cuanto más rojos y
más maduros están los tomates, mayor es el contenido en este pigmento natural.
Y algunas variedades, como el tomate pera por ejemplo, son hasta diez veces más
ricas en licopeno que un tomate de ensalada.
También se ha comprobado que la
cocción o fritura del tomate y el aceite que se utiliza para su elaboración,
potencian la presencia de licopeno en el alimento, esto es debido a que el
licopeno es soluble en grasa, por lo que su absorción junto con el aceite es
mayor.
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